La adopción de nuevos combustibles marinos será clave para cumplir los objetivos establecidos por la Organización Marítima Internacional (OMI), que contemplan una reducción de al menos 50% en las emisiones de CO₂ para el año 2050, en comparación con los niveles de 2008.

La industria marítima internacional atraviesa un momento decisivo. Ante el compromiso global de reducir las emisiones contaminantes y avanzar hacia un modelo energético más sostenible, el sector se enfrenta al desafío de transformar profundamente la forma en que impulsa sus operaciones.

En esta transición, el gas natural licuado (GNL) ha sido una de las primeras alternativas viables, debido a su capacidad de disminuir considerablemente las emisiones de óxidos de azufre, óxidos de nitrógeno y partículas. Sin embargo, el GNL continúa siendo un combustible fósil, por lo que es considerado una solución de transición más que definitiva.

El futuro apunta hacia opciones más sostenibles como el amoniaco, el hidrógeno verde, el metanol y los biocombustibles avanzados. Estos combustibles tienen el potencial de operar con cero emisiones netas de carbono y están ganando terreno como principales candidatos en la carrera hacia la descarbonización del transporte marítimo.

No obstante, su adopción enfrenta múltiples desafíos: desde la disponibilidad de estos combustibles a escala global, hasta la adecuación de la infraestructura portuaria, la renovación de la flota y la capacitación del capital humano. Es indispensable que gobiernos, organismos internacionales, navieras y actores portuarios trabajen en conjunto para fomentar la inversión, la innovación tecnológica y el desarrollo de políticas públicas que aceleren esta transformación.

El futuro de los combustibles marinos no solo representa una respuesta a las exigencias medioambientales, sino también una oportunidad para modernizar la industria y fortalecer su competitividad en el contexto global.


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